El cuento de
MI ABUELA
Yeye, madre de mi madre, durante sus años de juventud cultivó el don de la costura y el arreglo de prendas de vecinos, amigos y personajes importantes, entre los que estaban sus hijos e incluso sus jóvenes nietos.
Mientras a algunos se les iba la vida viendo televisión, ella se dedicaba a coser con su fiel máquina y sumar “horas de vuelo” sin despegarse de su puesto, y lo digo porque era motivo de risa entre sus clientes y amigos cuando pisaba a fondo el pedal de la cosedora y las puntadas entraban y salían tan rápido con el pistón de un auto de carreras.
Y así de rápido empezó a entrar en su edad dorada, a tener que ver más de cerca los hilos y demorarse más en los enhebres, por lo que todos en la familia, e incluso algunos clientes, empezamos a convencerla sobre su retiro de la costura, a lo cual accedió solo si su legado artístico quedaba en manos de más personas.
Por supuesto Mi Abuela Ya No Cose. En manos de costureras y sastres de alta costura ahora se halla la habilidad, precisión y excelencia que mi abuela mira con nostalgia, así como ahora lo hace cuando ve televisión.